La
definición de confrontación en el diccionario dice: Acción
de poner una cosa frente a otra para averiguar la verdad o falsedad de ambas.
En mi
andar como docente, siempre pensé que todo cuanto hacia o decía estaba bien. Equivocadamente
asumí el hecho de que como así me habían educado a mí mis profesores, esa era
la dinámica que yo debería emplear con mis alumnos, pero los tiempos cambian y
las personas también. Lo que servía ayer, ya no es funcional el día de hoy, las
tendencias en la moda cambian, ¿por qué no acepté el hecho de que en la educación
también había cambios?, ¡Quizá eso fue lo que hizo que en estos últimos años se
me hiciera pesada la labor docente!, porque lo único que hice fue navegar
contra la corriente. Me apegue a los viejos modelos, seguí la metodología de
los viejos maestros con tal y no confrontarme con ellos. Fue más cómodo
pertenecer al gremio y oír la voz de la mayoría que asumir el reto de
reformarme.
No
digo que todo cuanto he hecho ha estado mal, sino que dejé pasar
negligentemente oportunidades valiosas de cambio por estar en una zona de
confort.
Hice y
utilice juicios de opinión y nunca utilice juicios de razón en beneficio de mi
labor, prejuzgue las herramientas informáticas, aun cuando mi formación es
informática, solo porque la voz del pueblo decía que eso estaba mal, y ahora
como dijera Rubén Darío: “Todo cuanto hice fue arar en el mar.”
Sé que
no todo está perdido, que lo hecho anteriormente fue en pro de mi propia
enseñanza, fue ensayo y error, de eso aprende el ser humano, que estoy muy a
tiempo de retomar el camino, antes de que llegue el enojo y la frustración,
porque así lo he visto con mi compañeros, los que no quieren renovarse, los
llamados dinosaurios, los que están en contra de todo y a favor de nada.
He
platicado con ellos y argumentan que ese cambio implica mucho esfuerzo, mucho
desgaste, el leer, el practicar y que ellos ya están muy grandes para echar
marcha atrás, que al fin, ¡Ya para que!, ¡Si ya están a punto de jubilarse,
sería tiempo perdido!
Esta
plática me sirvió para averiguar la verdad de las cosas, ¡Mi verdad, mi
realidad!, ¿Quiero verme así?, ¿Quiero expresarme así dentro de unos pocos años
más?
¡No!...
Deseo algo
mejor, no sólo la realización profesional, sino también la personal, que se
mezclen las dos para hacer de mí una mejor persona, un excelente docente.
No
deseo pertenecer y engrosar las grandes salas de hospitales Psiquiátricos.
No
deseo quedarme en la obsolescencia.
Anhelo
ser útil para mí, para mis alumnos y principalmente para mi patria.
Confrontar
mi vida docente pasada con mi vida actual y futura va a ser todo un reto,
porque hay que dejar viejas práctica y asumir nuevas actitudes, no solo es la
forma de sobrevivir como maestro, sino asumir el reto de hacer cultura, de
hacer arte, de aprender a aprender. De ser más humano como dice José M.
Esteves, y ser menos lineal.
Anteriormente
las personas que enseñaban, se les llamaba Profesores, porque profesaban un
conocimiento, dictaban lo aprendido y lo enseñaban como verdad absoluta.
Posteriormente ese título se cambio por el de Maestro, y se argumentaba que era
el que te hacia ver con tus propios ojos lo que tenias que aprender, haciéndote
discernir entre el bien y el mal, ayudándote a tomar tus decisiones. Hoy por
hoy, ese titulo ha transmutado en el de Facilitador, el que solo observa y da
su opinión y sugiere al alumno la forma de hacer la labor de la manera más
sencilla.
Todos
estos roles los pase por alto y eso dificultó mi labor, no fui aceptando el
cambio, sólo me fui oponiendo y agregando más piedras a mi cargamento.
Ahora,
y gracias a este curso, esa pared se desplomo ante mis propios pies y veo con
gran satisfacción que el último rol, el que se le ha asumido al maestro por el
de facilitador, le da autonomía al alumno, lo hace responsable, más responsable
de lo que yo creía, porque la misión del maestro, era llevar a cuestas el
trabajo del alumno, hacer suyo sus triunfos y asumir severamente sus fracasos,
culpándose de que si el alumno no había aprendido era por culpa de él como
profesor, por no haber dedicado más tiempo a su enseñanza, se acumulaba una
gran cantidad de frustración.
Con
este nuevo rol, el facilitador tiene una visión más periférica, una apertura
más basta para compartir con sus alumnos el cómo y el porqué de las cosas y
sugerirlas en pro de su aprendizaje.
Ahora
si me preguntaran cómo me percibo como maestro, respondería que estoy en un
proceso de metamorfosis, que estoy aprendiendo a ser docente, que nada está
escrito en mi historia y que es un rescribirme y reinventarme continuamente.
Aunado
a esto, lo que mis compañeros compartieron en los foros y con sus propias
confrontaciones lograron enriquecer mi propia historia, porque es un mal que a
todos nos aqueja, el querer siempre ser los protagonistas en la historia de
formación de nuestros alumnos, este mal nos hacia ver casi imposible la
migración hacia la nueva forma de educación, que lo único que pretende hacer es
facilitar el ser y hacer al docente su trabajo más sencillo, más agradable,
dinámico, enriquecedor, inyectarle nuevo vigor, pero como no estamos
acostumbrados al cambio, hemos puesto resistencia a salir de nuestra zona de
confort, que no es cómoda, es casi un síndrome Estocolmo, hemos sido
prisioneros de nosotros mismos y no hemos visto nuestros errores y si nos hemos
percatado de ellos, los hemos justificado día a día, diciendo que lo que
hacemos, bien o mal es lo que nos toco vivir; pero eso no es cierto, estas
nuevas reglas y reformas educativas, nos han estado abriendo los ojos poco a
poco, dosificándonos la manera en como podemos actuar, aprender y sacar ventaja
de todas estas herramientas para poder retroalimentar a otros en este mundo
globalizado y tan encaminado a que todos estemos en el mismo canal, que todos
podemos aprender y compartir la información y sobre todo, que el conocimiento no
es propiedad de unos cuantos cerebros privilegiados, como sucedía en antaño. Es
un doble ganar, ya que ganamos nosotros al aprender y tener otra visión, y
ganan nuestros alumnos, al tener profesores facilitadores de conocimiento, de
cambio y sobre todo, de humanidad.
Mi
compromiso actual, es asumir el rol que me toca, no hacerme la guerra a mi
misma, aceptar las opiniones y sugerencias de los que me rodean, pero no
tomarlas como verdad absoluta.
Estar
dispuesta al cambio, abierta al diálogo, a las nuevas tendencias en la
educación y mantener la mente ágil y el espíritu libre para poder ser parte de
esta reforma y de esta renovación.
Hacer
de mi labor educativa una verdadera aventura al ser docente.
Saludos.
Merab.